Autoría de Sede Yolia
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Hemos de inaugurar este artículo con una pregunta que, a primera vista, pareciera ser irrelevante, mas nos dedicaremos a responderla de forma somera en las siguientes líneas, procurando destacar la relevancia que tiene seguir buscando respuestas que complementen los conocimientos que ya tenemos en relación con el tema central, en torno al cual gira la siguiente interrogante:
No ha sido sino hasta hace apenas medio siglo que el ser humano se ha tomado en serio el estudio de las emociones humanas, a pesar de que estas siempre han sido parte fundamental de nuestra naturaleza. Muchas de las emociones que podemos sentir los seres humanos existen mucho antes de que nosotros apareciéramos como especie. Resulta curioso cómo el tema fue ignorado por tanto tiempo, como si no fuéramos conscientes de las emociones o menospreciáramos la titánica importancia que tienen en nuestras vidas individuales y también sociales.
Para descifrar la importancia que tienen las emociones en toda organización, primero planteemos una definición puntual de lo que es una organización: Coordinación de diferentes actividades de contribuyentes individuales, con la finalidad de efectuar intercambios planteados con el ambiente (Chiavenato, 2000).
Consecuentemente, toda empresa, equipo o actividad que requiera de la cooperación de dos o más personas será considerada una organización. Hablando del caso particular de las empresas, los directivos de estas han sido hábiles para conformarlas en torno a modelos de negocio viables, rentables y con el apoyo de los conocimientos producidos por diferentes disciplinas como la administración, el desarrollo humano, la contabilidad, el análisis financiero, etc.
La máquina empresarial es perfecta en casi todos los aspectos, menos en uno que pareciera ser siempre el factor entrópico que perjudica a la organización: el factor humano. Algunas empresas han encontrado una solución paliativa para que la empresa funcione a pesar de este factor imperfecto, pero sus individuos terminan enfermando mental y físicamente, u ocasionando una rotación de personal frecuente que, a la larga, hacen que la empresa se estanque.
La solución de erradicar la humanidad de los trabajadores por la que han optado estas empresas no es sostenible, pues dichos trabajadores son seres humanos inevitablemente. Otra solución más popular ha sido la capacitación de los colaboradores; muchas empresas invierten sumas importantes de dinero en la capacitación de los empleados, y las cosas mejoran brevemente, pero no tanto como los directivos de la empresa desearían. Al final, se forman colaboradores que desempeñan su trabajo perfectamente, pero llenos de enojo, apatía, irritabilidad, depresión, etc.
De hecho, se ha puesto de manifiesto a partir de encuestas que se les hacen a las personas que abandonan una organización el motivo por el que lo hacen, encontrándose que no renuncian porque el trabajo les resulte desagradable, aburrido, desesperante o estresante (en muchos casos lo es). Lo que lleva a un colaborador a renunciar siempre tiene que ver con el factor humano: pleitos con el jefe, acoso por parte de compañeros, mal clima laboral, exceso de competitividad, etc.
La solución de la capacitación es maravillosa, pero ha de buscarse una capacitación integral, en la que, además de cuestiones técnicas, se incluya entrenamiento en habilidades sociales y educación emocional, pues son las emociones las que afectan directamente las relaciones laborales que se forman, así como el nivel de ausentismo, la salud mental y física de los colaboradores, e indirectamente la productividad de la empresa, que suele ser siempre la prioridad.
En conclusión, las empresas, por perfectas que puedan ser, parecen tener una importante área de oportunidad en cuanto al ser humano se refiere. Se plantea la capacitación como una solución viable, pero quizá los esfuerzos de capacitar a los colaboradores deban enfocarse ahora hacia adentro, más que hacia afuera; hacia los pensamientos, las emociones, las creencias y las relaciones. No es un camino seguro, pues con el ser humano no hay nada seguro, sin embargo, es un camino que merece la pena probarse.
Edición 7, Diciembre 2021
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