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La diferencia fundamental entre apego y dependencia

Autor: Vicente Herrera-Gayosso

Confundir o tomar como sinónimos los términos apego y dependencia es, actualmente, una de las grandes equivocaciones en cuestión de las relaciones humanas, y la confusión se ha visto incrementada con el exceso de información que ha proliferado en tiempos recientes, la mayoría de ella -he de decirlo como es-, errada. Si bien coloquialmente ambos términos son usados indistintamente como análogos, en cuanto al mecanismo que les compete hay diferencias notables y de importancia.

El apego y la dependencia emocional tienen un tronco común, ya que ambos se derivan de un vínculo existente con otra persona, pero de ahí en adelante empiezan a separarse en ramas diferentes, porque mientras el apego se define como “cariño o estima hacia una persona o cosa”, la dependencia significa de manera contundente la “subordinación a un poder”. La calidad de apego, entonces, puede conllevar o no una reciprocidad afectiva, más nunca pasa algo similar con la dependencia emocional, en donde siempre hay alguien dominando a otro ser humano.

Mucho se dice “no te apegues porque es malo”, cuando lo correcto sería decir “no dependas emocionalmente porque no es sano”. Y esto es aplicable a cualquier área de la vida: personal, familiar, social o profesional. De hecho, el apego como mecanismo afectivo físico y psicológico es fundamental que esté presente para un adecuado desarrollo de las personas.

Desde la más tierna infancia los niños necesitan apegarse a sus cuidadores principales, aquellos que consideran, por obvias razones, más capaces y más fuertes que ellos, para poder desarrollarse óptimamente en todos sus niveles, de manera que el apego funciona como un sistema de supervivencia vital y esto no cambia mucho al llegar a la adultez; en términos concretos, si un infante recibe una respuesta afectiva sana, responsiva y eficaz por parte de los adultos en los que decide confiar, entonces de forma invariable tenderá a crecer con un apego seguro y un buen concepto de sí mismo así como con una sólida autoestima, pero si no es así, si el lazo afectivo que recibe es caótico, inexistente o condicionado constantemente, ese pequeño se convetirá en un adulto que tienda a ser dependiente emocional por haber vivido bajo la angustia de ese apego inseguro, por lo que aunque al principio buscará apegarse al en sus relaciones interpersonales, eventualmente irá exacerbando dicho apego y mostrando desconfianza para poner límites, con lo que, poco a poco, comenzará a demandar más y más de la relación, hasta convertirla en dependencia emocional.

En efecto, el apego, como dijimos, es algo natural y necesario en la vida de cualquier adulto sano, no obstante, si no se está alerta puede pasar a ser dependencia emocional rápidamente, lo que ocurre cuando, ya siendo capaz de valerse por uno mismo, se requiere que sea otra persona quien resuelva lo que podemos hacer o resolver nosotros mismos, pero que creemos que no podemos; por ejemplo, una persona que desea aprender a escalar necesita forzosamente apegarse a su guía experto, sobre todo al principio, porque este le proveerá de las herramientas además del aprendizaje necesarios para lograrlo, y sin él es poco probable que pueda remediar la situación; no obstante, esa misma persona con el tiempo podrá escalar por sí misma por lo que seguirá por su cuenta, pero, si se da el caso de que aunque ya posea todos los conocimientos para hacerlo por sí mismo, el alumno sigue sin atreverse a escalar por su cuenta y pone de condición que, a menos de que el guía le acompañe, no se atreverá a hacerlo, está pasando de un apego sano y normal a una dependencia limitante de aquél que considera mejor que sí mismo.

Justo algo así sucede en muchas de nuestras relaciones interpersonales, al principio nos apegamos a nuestros compañeros porque esa es la esencia misma de un vínculo afectivo, es lógico hacerlo porque los seres humanos somos animales gregarios, nos juntamos con otras personas para prodigarnos seguridad, cariño, intimidad, empatía, comprensión y apoyo que nos unen profundamente, pero al pasar el tiempo esos sentimientos benéficos se pueden llegar a transformar en ansiedad, angustia, tristeza o desesperación si uno o ambos miembros comienza a creer que necesita recibir esto forzosamente del otro para funcionar como individuo y, si bien es verdad que cuando se deja de tener estas actitudes la relación se ve afectada y quizá no pueda tener éxito, esto no quiere decir que el individuo no pueda salir adelante, ya que es libre de elegir sus sentimientos con ésta u otras personas así como para sí mismo, aunque la relación ya no funcione no es necesario depender de la otra persona para hacerlo, cuando esto no es considerado así, el individuo en cuestión genera dependencia emocional del otro.

Así que sí, es posible ejercer un sano apego en nuestras relaciones interpersonales (independiente de lo que digan muchas publicaciones y memes de Redes Sociales), pero debes recordar que esto se hace con límites de lo que es permitido y lo que no, además del ejercicio de la confianza plena en que como adultos podemos enfrentar y resolver los problemas que aparezcan en nuestras vidas. Ten cuidado con convencerte de que el otro es capaz y tú no lo eres, ya que de ahí a la esclavitud dependiente hay un paso muy corto.

Vicente Herrera-Gayosso
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vicenteherreragayosso@gmail.com


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Edición 9, Abril 2022

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